Si algo ha demostrado el ser humano es su capacidad de adaptación, tanto a situaciones positivas como negativas. Es una de las claves que nos ha permitido sobrevivir y evolucionar como especie y que ahora es un sesgo mental que no siempre juega a nuestro favor. De esto trata la Adaptación Hedónica.
Es lo que ocurre con la adaptación hedónica. Este sesgo es el responsable de que acostumbres tan rápido a las cosas buenas y quieras más.
¿Qué es la adaptación hedónica?
La adaptación hedónica resume nuestra capacidad para acostumbrarnos y normalizar situaciones nuevas o no habituales de manera que no alteren significativamente nuestros niveles de felicidad. Sirve tanto en las situaciones negativas como en las positivas.
Esta cualidad tiene una parte positiva y otra negativa. La primera es que nos permite habituarnos a situaciones adversas, pero con la segunda ocurre lo contrario.
Igual que nos adaptamos y asumimos entornos negativos para no venirnos abajo, también lo hacemos a las cosas positivas o que nos gustan. Esta es la razón por la que siempre queremos más, porque tu cerebro se adapta y necesita más de ese mismo estímulo para sentir el mismo grado de felicidad.
Es lo que conocemos como resiliencia.
¿Cómo funciona la adaptación hedónica?
El funcionamiento de este mecanismo es muy simple y nada como unos pocos ejemplos para entenderlo.
Imagina que te vas de viaje, al llegar encuentras que la habitación no era como pensabas, que es más pequeña y no está en perfecto estado y no te la van a cambiar. Por supuesto, dejar que te amargue el viaje. Sin embargo, la habituación hedónica te ayudará a que no sea así.
Gracias a ella tu cerebro normalmente se centrará en lo positivo del viaje y minimizará el impacto de la habituación. Es más, al cabo de unos días seguramente ya no te parezca tan pequeña.
Es lo mismo que ocurre cuando un cambio laboral hace que tardes más en ir a la oficina. Los primeros días te costará, el primer mes te acordarás. A partir de ahí, lo integrarás como una parte más de tu rutina.
Esta capacidad de adaptación es clave para superar situaciones adversas y salir fortalecido.
También hay otros ejemplos donde esta capacidad de habituación no juega precisamente a tu favor.
Es lo que ocurre con la comida, por ejemplo. Si te gusta mucho el chocolate, una onza puede estar bien al principio, pero con el tiempo te adaptarás y te parecerá poco. Necesitarás más cantidad para quedar igual de saciado.
Esto es algo habitual con los alimentos con mucho azúcar.
También pasa con el coche. Ese coche nuevo que tanto te encantaban los primeros días y del que tanto disfrutabas, dejará de hacerlo al cabo de pocos meses. En otras palabras, tu nivel de felicidad, que tras la compra era alto, se adaptará rápidamente para volver al punto inicial.
Y con el dinero, es lo que se conoce como la trampa del gasto creciente. Por eso no consigues ahorrar más dinero, aunque te suban el salario ni la felicidad por ganar más dura eternamente. Te acostumbras y vuelves al punto de partida o, todavía peor, necesitas más para mantenerlo.
Para que lo entiendas mejor, cuando te acostumbras a un salario de 25.000 euros, crees que necesitas uno de 30.000 para ser feliz. Lo cierto es que dinero y felicidad están relacionados, pero no solo en términos de la cantidad que cobra. Lo que realmente cuenta según la ciencia es cómo lo uses.
¿Se puede combatir la adaptación?
Por supuesto. Tal y como explica la teoría prospectiva de los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky, buena parte de nuestro bienes depende de nuestro punto de referencia. Por eso mismo no tiene el mismo impacto una subida de 1.000 euros para alguien que cobra 18.000 que para una persona con un salario de 60.000 euros y, mucho menos, para un multimillonario como Elon Musk.
Del mismo modo, quien conduce un Audi llevará mal conducir un Dacia, pero quien tiene un Dacia notará para bien el cambio a un Volkswagen.
Hay tres fórmulas de superar este sesgo cognitivo.
Para empezar, la regla de oro de la adaptación hedónica es simple. Tu felicidad se ajusta a las cosas que son estables como tu casa, coche, salario o la televisión que tienes. Son cosas que no cambian y que hacen que tu nivel de felicidad se mantenga estable.
Por su parte, los eventos menos estables como los viajes o quedar con los amigos son demasiado esporádicos como para que te acostumbres a ellos (salvo que viajes todos los fines de semana). Puedes aprovechar esos eventos para aumentar esa felicidad de base.
También puedes tratar de introducir pequeños cambios en tus experiencias para que sean ligeramente diferentes cada vez.
Por último, puedes aprovechar esta adaptación hedónica a tu favor. Como ya has visto, este proceso funciona en dos direcciones, limita los efectos de lo negativo, pero también los de lo que consideramos positivo. Eso último hace que necesitemos más para tener el mismo grado de satisfacción.
Puedes utilizar el primero de los efectos para adaptar tu vida a lo que tú quieres y no a lo que te pide tu cerebro. En el ámbito financiero, puedes acostumbrarte a vivir dentro de tus posibilidades y ahorrar una parte importante de tus ingresos todos los meses sin apenas notarlo.
De hecho, en menos de dos meses ya te habrás acostumbrado a tu nuevo nivel de gasto y serás igual de feliz, aunque mientras estarás construyendo tu camino hacia la libertad financiera.
Y eso es todo